Por: Darwin Ariza, Estudiante de la maestría en Gestión Publica - UNASAM
Hace unos años, confiar en alguien significaba darle la mano o mirarlo a los ojos. Hoy, basta con un número de celular. En muchas ciudades del Perú, y también en Huaraz – Áncash, el Yape se ha vuelto una herramienta cotidiana; sin embargo, su uso no está libre de problemas.
Detrás de la comodidad de “yapear” hay riesgos que muchos ignoran. Cada día se registran más casos de estafas, envíos erróneos y suplantaciones. Algunas personas confían ciegamente en los números que reciben por redes sociales o mensajes, sin verificar la identidad del destinatario. Cuando el dinero se transfiere por error, recuperarlo suele ser casi imposible.
En los mercados y pequeños negocios, el Yape ha reemplazado al efectivo, pero también ha generado una peligrosa dependencia digital. Si el celular se queda sin batería o la red falla, las ventas se detienen. Además, muchos adultos mayores o personas sin acceso a internet quedan excluidos de este nuevo sistema de pago.
Otro problema es la falsa sensación de seguridad. Algunos creen que, por usar una aplicación del banco, todo está protegido, cuando en realidad los ciberdelincuentes encuentran nuevas formas de engañar y manipular a las personas. La confianza digital, que debería ser una ventaja, se convierte en una vulnerabilidad.
El Yape cambió la manera en que manejamos el dinero, pero también modificó la forma en que confiamos. Nos enseñó que la tecnología puede unirnos, pero si no la usamos con precaución, puede volverse una trampa silenciosa. En una sociedad cada vez más digital, la prudencia vale más que un clic.




